1981: La primera vacuna recombinante contra la hepatitis B y el inicio de la biotecnología en la medicina

En 1981 la FDA (Food and Drug Administration) aprobó la primera vacuna contra la hepatitis B. A simple vista, podría parecer un paso más en la larga historia de la vacunación, pero en realidad supuso un punto de inflexión en la medicina moderna: fue la primera vacuna obtenida mediante ingeniería genética.

Por primera vez, la biotecnología daba el salto de los laboratorios de investigación al uso clínico real. Y con ello, comenzaba una nueva era en la que las terapias ya no dependían únicamente de virus atenuados o inactivados, sino de técnicas capaces de producir proteínas específicas en sistemas biológicos controlados.

La hepatitis B: un desafío sanitario mundial

La hepatitis B es una enfermedad infecciosa causada por un virus de la familia Hepadnaviridae, que afecta principalmente al hígado. Su transmisión ocurre a través del contacto con fluidos corporales contaminados (sangre, relaciones sexuales sin protección, transmisión vertical de madre a hijo).

En los años 70 y 80, la magnitud del problema era enorme:

  • Millones de personas estaban infectadas de forma crónica.
  • Una proporción significativa desarrollaba cirrosis o carcinoma hepatocelular (cáncer de hígado).
  • El virus se expandía silenciosamente porque muchos portadores eran asintomáticos durante años.

Era urgente una solución preventiva.

La biotecnología entra en escena

Hasta entonces, las vacunas se desarrollaban a partir de virus vivos atenuados o virus inactivados, procesos que implicaban manipular al patógeno completo. Esto suponía limitaciones de seguridad, complejidad en la producción y, en algunos casos, riesgos de efectos adversos.

Con la hepatitis B, la estrategia fue distinta: se aplicó la tecnología del ADN recombinante.


👉 Se identificó una proteína clave del virus, el antígeno de superficie del virus de la hepatitis B (HBsAg).
👉 En lugar de obtenerlo del propio virus, se insertó el gen que codifica esta proteína en células de levadura (Saccharomyces cerevisiae).
👉 Las levaduras, actuando como fábricas biológicas, producían la proteína viral de manera segura.
👉 Una vez purificada, esta proteína era suficiente para desencadenar una respuesta inmune protectora en el organismo humano.

El resultado: una vacuna segura, eficaz y escalable, que no requería manipular el virus completo.

Comparativa con las vacunas tradicionales

Vacunas clásicas

  • Virus vivos atenuados: utilizan una forma debilitada del virus. Generan una respuesta inmune potente, pero con riesgo (aunque bajo) de revertir a formas patogénicas.
  • Virus inactivados: emplean virus muertos mediante calor o productos químicos. Son más seguras, pero a menudo menos inmunogénicas y requieren varias dosis.

Vacuna recombinante contra hepatitis B

  • Se basa únicamente en una proteína viral producida por ingeniería genética.
  • Elimina los riesgos de manipular al virus completo.
  • Permite una producción más controlada y estandarizada.
  • Abrió la puerta a aplicar el mismo principio en otras enfermedades.

La diferencia fue tan grande que este modelo se convirtió en referencia para el desarrollo posterior de vacunas biotecnológicas.

Línea temporal: de Blumberg a la aprobación de la FDA

  • 1965: Baruch Blumberg descubre el antígeno de superficie de la hepatitis B (HBsAg).
  • 1976: Blumberg recibe el Premio Nobel de Medicina por sus hallazgos relacionados con la hepatitis B.
  • Finales de los 70: comienzan los primeros ensayos de vacunas experimentales contra la hepatitis B.
  • 1981: la FDA aprueba la primera vacuna contra hepatitis B, basada en la tecnología recombinante.
  • Década de 1980: la vacuna se introduce en programas nacionales de inmunización, especialmente en recién nacidos y personal sanitario.
  • Actualidad: la vacuna contra la hepatitis B forma parte del calendario de vacunación infantil en la mayoría de países y ha reducido drásticamente los casos de infección crónica.

Impacto global

El efecto de esta vacuna en la salud pública ha sido enorme:

  • Redujo de forma notable la transmisión vertical (de madre a hijo en el parto).
  • Disminuyó la incidencia de infecciones crónicas en la población infantil y adulta joven.
  • Contribuyó a prevenir millones de casos de carcinoma hepatocelular, un cáncer directamente relacionado con la infección crónica por hepatitis B.
  • Protegió al personal sanitario frente a un riesgo ocupacional importante.

De 1981 al futuro: el legado de la primera vacuna recombinante

El éxito de la vacuna contra la hepatitis B marcó el inicio de la era de las vacunas biotecnológicas. Demostró que era posible producir de forma segura proteínas específicas de un virus y utilizarlas como antígenos para inducir inmunidad.

Ese mismo principio se ha extendido con el tiempo a múltiples desarrollos:

  • Vacunas contra el virus del papiloma humano (VPH).
  • Terapias biológicas basadas en anticuerpos monoclonales.
  • Y, más recientemente, las vacunas de ARNm contra la COVID-19, que, aunque funcionan con un mecanismo distinto, beben de la misma lógica: usar una parte muy concreta de la información genética del virus para desencadenar inmunidad.

Hoy, la biotecnología no solo se aplica en vacunas, sino también en terapias avanzadas, medicamentos biológicos y tratamientos personalizados. Todo ello tiene su origen en aquel hito de 1981, cuando la ingeniería genética salió del laboratorio para cambiar la salud pública mundial.