
Francia, invierno de 1839–1840. Charles Lafarge enferma de forma fulminante: vómitos, cólicos, diarrea intensa, colapso. Las miradas se dirigen a su esposa, Marie Lafarge. Hay cartas, sospechas, versiones enfrentadas… pero falta lo esencial: prueba científica. Entra en escena Mathieu Orfila, autoridad en toxicología, y con él una manera nueva de demostrar la verdad en un juicio.
Qué es y por qué mata. El arsénico, metaloide ubicuo, actúa en dos frentes:
Cómo se mueve en el cuerpo. Absorción rápida por vía oral; distribución inicial a hígado y riñón; en exposiciones crónicas deja huella en pelo y uñas (líneas de Mees). Se elimina por orina como metabolitos metilados (MMA, DMA).
La clínica que encaja con el mecanismo. En intoxicación aguda: dolor abdominal, vómitos, diarrea profusa, deshidratación, hipotensión, arritmias y fallo multiorgánico. En repetidas dosis pequeñas: deterioro progresivo con signos cutáneos y neurológicos. La farmacología conecta síntomas con dosis y patrón de exposición… y sugiere qué matrices analizar.
Antes del caso Lafarge, la detección del arsénico era imprecisa. El test de Marsh (1836) lo cambió todo al aportar sensibilidad y especificidad:
La clave no es solo “ver un espejo”, sino demostrar que no procede de contaminación. Orfila añadió controles, blancos y tejidos de referencia para probar el origen del arsénico en vísceras y contenido gástrico del difunto.
Orfila examinó hígado, estómago y contenido gástrico, además de muestras de control del entorno. El depósito arsenical inequívoco en vísceras, con controles negativos, cerró el círculo: síntomas compatibles, mecanismo farmacológico y evidencia química reproducible. La narrativa causal ya no era una hipótesis: era prueba.
El tribunal consideró probada la presencia de arsénico y su relación con la muerte. Marie Lafarge fue declarada culpable de envenenamiento y condenada a cadena perpetua con trabajos forzados; años después obtuvo la libertad por enfermedad y falleció poco después. Más allá del fallo, el proceso consagró la toxicología forense como instrumento decisivo en justicia.
El caso Lafarge no solo resolvió un crimen; elevó el estándar con el que decidimos sobre la vida y la libertad de una persona. La farmacología aporta el por qué; la química analítica, el cómo lo sabemos; y el método convierte todo ello en evidencia que un tribunal —y la historia— pueden aceptar.